Lic. Jorge Sanda

La importancia clínica de este tema en este tiempo es muy relevante, es  abrumadora la cantidad de niños y niñas que no hablan, que muestran  modalidades diversas de hablar y algunos otros con trastornos del habla y del lenguaje por lo que nos es imprescindible abordarlo de modo sistemático e  interdisciplinario.  

El texto que les comparto es solo un punto de partida para pensar juntxs sobre  este campo del que, entiendo, se discute poco aun en los equipos de salud.  

En los últimos tiempos se ha ido instalando una indiscriminada modalidad de  indicaciones médicas hacia los niños, niñas y jóvenes con discapacidad y sus  familias, estas indicaciones implican planes de tratamiento excesivamente  nutridos y de modo sistemático, también, sesiones de fonoaudiología. En el caso  de esto último las indicaciones son indistintas para casi cualquier cuadro  diagnóstico lo que deja ver una hipótesis que subyace a este criterio clínico; esto  es que: todos los niños con discapacidad requieran esta especialidad y luego que:  todos los niños y niñas con dificultades en el habla o en el lenguaje requieren este  tipo de abordaje.  

Propongo entonces algunas líneas de definiciones tanto de conceptos generales  como una mirada algo más cercana a nuestra perspectiva desde los consultorios externos. 

Definiciones 

La lengua es el sistema de comunicación verbal —se habla y, en la mayor parte de  los casos, se escribe— de una colectividad humana determinada. Se compone de  un conjunto de signos normalizados que conforman un sistema lingüístico cuya  finalidad es la comunicación. Hay infinidad de lenguas: español, francés, inglés,  gallego, euskera, quechua, aimara, etc. 

El habla es el uso personal de la lengua y está determinada por diferentes  aspectos, entre otros, sociales, regionales, culturales, educativos e incluso físicos  (forma de la boca, disposición de los dientes, movimiento de la lengua…). 

Cada uno de nosotros se caracteriza por determinadas peculiaridades que la  hacen única. 

Podemos resumir lo anterior diciendo que el lenguaje es la facultad que posee el  ser humano de expresarse y comunicarse mediante diferentes sistemas que no se  reducen a las palabras ni a la utilización oral o escrito, sino que abarca cualquier  conjunto de signos que permita manifestar ideas, pensamientos, sentimientos… y  entender a los demás. La lengua es uno de los instrumentos del lenguaje, en  concreto del lenguaje verbal; compete a una comunidad lingüística concreta y  existen multitud de ellas. Por último, el habla es el modo en que cada uno de  nosotros, individualmente, recreamos las lenguas. 

Cómo pensar nosotros la lengua, el habla y el lenguaj

Podríamos empezar con el laleo del bebe, un modo que conocemos como  exploratorio, que sabemos además un placer específico como todo aquello que  supone en este tiempo lo explorado y lo por explorar.  

Por su parte, Roman Jakobson, en su libro Lenguaje infantil, afasia y leyes  generales de la estructura fónica, de 1939, plantea que un niño puede articular en  su balbuceo una cantidad de sonidos que jamás encontramos reunidos en una sola  lengua ni en una familia de lenguas: consonantes con los puntos de articulación  variadísimos, palatales, redondeadas, sibilantes, africanas, clics, vocales  complejas, diptongos, etcétera. Su conclusión es que en lo que él llama «la cumbre  del período de balbuceo» no es posible fijar límites a las capacidades fónicas del  niño que balbucea. 

Entonces, la adquisición del lenguaje no sería una tarea sencilla para el niño,  habiendo pruebas de que se produce una interrupción algo parecido a un  momento decisivo en el que las capacidades fonéticas, hasta entonces sin límite,  parecen tambalear. Así, a medida que se van dominando los fonemas que definen  la estructura sonora de lo que constituye la lengua madre, se produciría como un  acto de olvido, una especie de amnesia fónica, olvidando el niño la previa  capacidad infinita para la articulación indiferenciada. De esa voz vaciada por el  retiro de los sonidos del balbuceo, nacerían una lengua y un hablante.

Con la palabra entonces se produce el cierre del balbuceo, una amnesia que  permite una utilización de la palabra tomada del otro. Un pasaje que implica dejar  un placer propio, único y solitario del balbuceo para hablar las palabras del otro  que vienen a nombrar cosas. 

Así, el Otro fonetiza el cuerpo del niño, recortando con el lenguaje una suma de  sonidos, un continuum fonético, introduciendo diferencias. 

Este pasaje da cuenta de una presencia del niño en la estructura cultural del  lenguaje, porque puede ser pensado como estructura o es mas como  superestructura, bien porque “estar en el lenguaje” da cuenta de una presencia  en la cultura genealógica.  

No habrá modo de no estar en el lenguaje si se ha nacido en el marco de una  familia donde circulan los nombres, un orden determinado y específico. El  lenguaje es lo que nombre y recorta el cuerpo, sin el lenguaje así entendido queda  expuesto el cuerpo como masa amorfa y desregulada (ejemplos clínicos graves,  no reconocimiento del dolor, no disposición de orificios del cuerpo). 

El niño/a que habla 

A partir de este desarrollo podríamos abordar luego las implicancias de un niño  que habla y por esta vía lo que significa disponer de la palabra hablada, el fonema. En el fin del recorrido del laleo la palabra prestadas del otro retornan en un  lenguaje propio del niño.  

En este tiempo donde empieza a nombrar los objetos, al mismo y su propio cuerpo  como si también lo fueran (ejemplo del descubrimiento en el espejo) se supone  un acceso cada vez más amplio en el caudal de palabras. Se suceden entonaciones  y modalizaciones cada vez más complejas.