Giuliana Gazzola, psicomotricista
Candela Schreiner, psicóloga

Facundo (17 años), año 2023, comienza a concurrir en las terapias de psicomotricidad y psicología. Se observan desafíos al momento de trasladarse por diferentes espacios, expresa no querer hacerlo, que le duelen las piernas, que está cansado. Al trasladarse cada paso que da implica un esfuerzo, con un costo y tiempo. Su mano izquierda busca alcanzar su omóplato y toca sus costillas con insistencia, diciendo: “algo tengo acá”.

Manifiesta la necesidad de tocar las paredes, marcos de las puertas y barandas del ascensor antes de seguir caminando. Se balancea reiteradamente antes de comenzar a caminar.

Le ofrecemos sostén para levantarse de la silla, él indica cómo: “de acá”, señalando la espalda. “No no, así no, ahí”, corrige al terapeuta. Arrastra la silla hasta la puerta de la sala, donde está el límite entre la sala y el pasillo. Es ahí donde a la cuenta de tres se levanta con la ayuda del sostén del cuerpo. Se deja caer, la terapeuta sostiene su cuerpo, es ahí cuando logra ponerse de pie. Refiere que ya caminó un montón para ingresar al CET. ¿Qué nos
hace pensar en este esfuerzo que implica levantarse y dar pasos? En el trayecto apoya sus manos en las paredes.

Expresa, frente a la insistencia del terapeuta para que siga caminando: “no, no, pará, una vez más”. Se detiene, vuelve a tocar. ¿La pared es un sostén? ¿La pared es un elemento más que se anuda a las limitaciones para caminar que entra en juego? ¿Cómo acompañar ese caminar? Se propone hacerlo por partes, pensar las distancias, señalando de acá hasta acá y así hasta llegar, visualizando trayectos más pequeños. Se le ofrece un leve toque en la espalda, dónde refiere su molestia, como apoyo mientras camina. La mano en la espalda ayuda en los traslados.

Al principio se acordó ir caminando hasta la sala desocupada más cercana y así fue al comienzo, y cuando el vínculo comenzaba a tomar otro curso, Facu fue accediendo a caminar un poco más, llegando a los consultorios: “llegué, y fue re rápido”, asombrado de haberlo logrado, contento.

Se toma su tiempo, hace pausas, observa el lugar al llegar, hay algo del uno a uno que manifiesta que le empieza a gustar, hay una atención especial y particular a la cual nos convoca como terapeutas, nos habla de su subjetividad. En unas de las primeras sesiones en consultorio Facu cuenta que le gusta jugar a los crucigramas, expresa: “ sigra-cruma-cruci”. La terapeuta completa: “adiviné, ¿crucigrama?”. Facu comenzaba a jugar con las palabras, invitando a las terapeutas a formar palabras, se despliega un juego de ping pong de preguntas personales: nombres, apellidos, películas favoritas.

Se comienza a jugar con las palabras, se nota que hay un juego en la construcción de palabras al cual nos invita, demandando atención y esfuerzo para completar y descubrir las palabras. ¿Qué nos quiere decir esto? Este esfuerzo en formar las palabras nos recuerda al esfuerzo por dar sus pasos.

Comparte el relato de una de sus películas favoritas, ET, para acompañar la construcción de las palabras y seguir el hilo de la historia. Voy escribiendo cada una de las palabras, Facu presta atención, sigue con la mirada lo que el otro escribe y se lo observa entusiasmado, continúa, los ritmos al contar la historia varían, a veces son muchas palabras
las que expresa juntas, tomando un curso, se desliza la historia, frena, se hacen preguntas para orientar: ¿y entonces? ¿qué pasó? ¿cómo sigue? Mantiene una estructura, hay un inicio, un nudo, una problemática en la historia y un desenlace. Las terapeutas se convierten en testigos de un momento de creación.

Luego de la película, en las siguientes sesiones Facu comparte el relato de una historia creada por él mismo, retoma desde el punto en donde dejó la última vez y continúa la historia. Se había creado algo distinto que lo convocaba a levantarse de la silla, ponerse en pie y caminar. ¿Se puede compartir la historia? Prefirió que se quedara en lo íntimo del consultorio. Hay un primer capítulo, una segunda parte.

Las historias continúan, películas, “Nabal y Perla”, “Un erizo valiente”, “El chico que esperaba el cohete”. De las historias y los juegos de palabras también surge el movimiento y el juego corporal. Del sostén de la pelota y las historias se desliza a los circuitos y los juegos tradicionales. La palabra, el relato y el juego con la voz acompañan toda la sesión. Facu ahora se levanta y avanza a los espacios de terapia. Al cruzar el umbral del consultorio se mueve de manera fluida, salta, corre, se detiene con precisión y continúa. Su juego no se interrumpe y acompaña con chistes, provocaciones y risas. Sus historias acompañan el movimiento. La voz es un recurso que utiliza para contar y jugar con intensidades, tonos y ritmos. En ocasiones comienza separando en sílabas y finaliza
cantando una parte del relato.

Al cerrar la actividad refiere deseos de continuar jugando y vuelve a caminar con pausas y balanceo hacia la sala. Facu fue desplegando su propio juego, encontrando su manera de expresarse mediante el relato. La construcción de historias, personajes y el modo de contarlas con su voz son vehículo de la expresividad puesta en juego en el encuentro con el otro