Lic. Agustina Brailly  Lic. Eugenia Lacorraza

“El campesino, dice Mencio, debe abstenerse de» tirar de los brotes” para lograr que crezcan: debe cuidarse de buscar “directamente” el efecto. Porque entonces fuerza el proceso iniciado y la planta pronto se habrá de secar. […] Pero tampoco debe hacer lo contrario, quedarse pasivamente al borde del campo y mirar lo que crece.[…]

¿Qué debe hacer? Lo que todo campesino sabe: de un día para el otro, por intervalos, labrar, escardar al pie del brote y favorecer el crecimiento; ni forzar el proceso ni desentenderse de él”

¿Cómo hacer para que un niño  acepte nuestra presencia? ¿Cómo conmover esa muralla que nos mantiene por fuera de su mundo? ¿Es posible construir un encuentro  allí donde nos necesitan a  distancia?  Seguramente a todo aquel que trabaja con niños estas preguntas en algún momento lo convocaron. Sin embargo, lo interesante sucede cuando estos interrogantes  buscan estar dirigidos y sostenidos en el trabajo con otros. Esa fue una de las primeras intervenciones que la psicóloga de Santiago realizó para llevar adelante su tratamiento. 

Consultorios externos tiene un modo de trabajo en donde a partir de ateneos diarios ponemos a circular, mediante un trabajo colectivo, diferentes situaciones que se nos presentan en la clínica. El  Ateneo  funciona, entonces,  como ese otro espacio que construye el eslabón necesario de un dispositivo de trabajo en donde, como equipo, pudimos ir localizando no solo las maniobras necesarias para que la presencia del Otro no despierte la agresividad del niño, sino también para conocer el entramado familiar que sostiene su presentación. Ubicándonos en éste último punto, lo primero que la psicóloga resalta es el posicionamiento de la madre ante la pregunta por el origen del nombre que eligió para su hijo: “Santiago vino para su hermano Tiago. Él nos pedía un hermano, entonces cuando quedé embarazada decidimos que su nombre coincidiera con la terminación del nombre de su hermano Tiago. Porque en realidad Santiago vino para Tiago”. Durante esa misma entrevista refirió que no puede ponerle límites porque ante un “No” reacciona con golpes.

Cuando él se pone así ella le pregunta qué le pasa, por qué reacciona así y no comprende por qué no le responde. En su casa tiene las mismas reacciones que en las primeras entrevistas: no puede quedarse quieto, golpea, muerde, pellizca. Lo que la angustia es sentir que no es el hermano que le quería dar a Tiago ya que  no juega, no habla y pega. Santiago no es. ¿Cómo no involucrar estos significantes al entramado subjetivo que lo constituye? 

Pablo Peusner en su libro: “Padres, madres y parientes de niños en análisis” plantea que la clínica con niños es polifónica. No podemos dejar de pensar al sujeto sin involucrar los discursos que rodean su existencia y le dan forma a su presentación sintomática. Por lo que no es posible pensar el tratamiento del niño sin habilitar un espacio que permita acompañar a esta madre a  conmover el código en el cual está cifrado el texto que escribe la historia familiar para lograr reescribirla. 

Es a partir de un dispositivo, que desde la institución se crea para el acompañamiento familiar, que se logra abrir “Otra” dimensión en el análisis. La apuesta fue ofertar un espacio de trabajo  que le permita dialectizar y hacer lugar a esos interrogantes que iban dirigidos hacia su hijo con respecto a lo que le pasaba, para direccionarlos hacia ella. Prestarle significantes para dividir-se, para sostener un intervalo, un vacío, la pausa que crea las condiciones para que un sujeto se constituya allí donde Santiago no es. Donde Santiago no podía responder porque estaba defendiéndose de no ser arrasado por el Otro. 

Podemos ubicar entonces como el tratamiento con el niño se fue sosteniendo  mediante “rodeos”. Fueron necesarios ciertos desvíos y maniobras que  acompañaron el recorrido analítico: El espacio de Ateneo le ofreció a la Psicóloga de Santiago un lugar al cual acudir para encauzar los interrogantes que la clínica y el acompañamiento del caso ameritaba.  Agustina le propuso a Santiago el armado de una escena que, mediada por aros que ruedan de un lado a otro, les permitió enlazar transferencialmente un lugar, ya no solo para tolerar la presencia del Otro, sino también para construir un nuevo lugar en ese Otro del cual ya no necesita defenderse.  Y finalmente la construcción artesanal de una clínica familiar que permitió poner en tensión aquellos significantes coagulados que en esta clínica en particular se produce con los niños, pero también con sus padres y parientes. 

 1 Jullien, François. Cinco conceptos propuestos al psicoanálisis. Op. Cit, pp. 123-124.