Lic. María José Miscione Directora General

Quisiera comenzar abriendo tres preguntas, para despuntar el tema de la interdisciplina. En primer lugar, preguntarnos cuál es la importancia del armado de equipos interdisciplinarios en los servicios de rehabilitación de personas con discapacidad. Luego acerca del lugar de la intervención disciplinar específica. Y finalmente abrir alguna línea que nos lleve en el sentido del paradigma del modelo social en discapacidad. Les propongo entonces recorrer algunas de estas aproximaciones acerca de la intervención terapéutica interdisciplinaria en los servicios de rehabilitación. 

La complejidad que enfrenta la clínica de la discapacidad, requiere de entramados profesionales y disciplinares y, al mismo tiempo, nos interpela acerca de cómo se construyen los encuentros y desencuentros entre disciplinas. Existe un acuerdo académico, científico y hasta normativo –desde el sistema único de prestaciones- que establece la necesidad de conformar equipos interdisciplinarios para la atención de las personas con discapacidad. Aproximémonos entonces a las razones de esta necesidad. Por qué es importante la interdisciplina en nuestros servicios? Voy a proponer dos dimensiones. 

La primera, en relación a los diagnósticos. Generalmente, desde la irrupción temprana de un diagnóstico de discapacidad, surgen sentidos que en principio, parecerían nominarlo todo, cual etiqueta del continente que señala un contenido aparecen palabras que nombran, pronostican, anticipan, concluyen y muchas veces determinan. En otros casos, cuando el diagnóstico implica la llegada de una discapacidad que se adquiere en otras etapas de la vida, las palabras que circulan son a riesgo de un arrasamiento de la persona y de la construcción de identidad que venía haciendo. En ambas alternativas, lo que es claro es el decisivo impacto de aquello que se dice, que nombra y cierra sentido respecto de la problemática en cuestión a través del nombre de un diagnóstico.  Este uso del diagnóstico que provee un área, una disciplina,  como puntuación, corresponde no solo al paradigma anterior, centrado en el déficit individual,  sino que además proviene, en la mayoría de los casos, de discursos hegemónicos de disciplinas dominantes. En dicho marco es que se hace indispensable pensar nuestras intervenciones en los servicios de rehabilitación desde la interdisciplina. 

Y esta relevancia se da al pensar la interdisciplina como una estructura, dentro de la cual, cada saber como parte de ese todo estructural, no abrocha sentidos solo, sino que hace aproximaciones en el espacio de interrelación con los otros saberes . Así, cada discurso será en relación a otros, logrando la complementariedad sin perder especificidad. En esos espacios entre disciplinas, entre saberes, las áreas al tiempo que intervienen, aseguran un lugar a la persona, en lo que es idéntica a sí misma y donde no puede ser “dicha” por un saber técnico. En ese lugar en el que “nadie sabe”, en el que ningún libro escribió donde ninguna técnica exploró y ningún protocolo alcanza. Ese lugar que, al no ser tomado por el saber de un área, conserva a la persona en lo que les es propio y no sabido por la teoría disciplinar. La interdisciplina, así, nos permite no taponar ni cerrar la definición conceptual de un sujeto. Para hacernos  preguntas, en equipo y en situación de complementariedad, sobre la persona. 

Si acordamos esa primera definición de la interdisciplina como estructura que interviene y que guarda un lugar al sujeto, podemos avanzar hacia la segunda cuestión: el desafío de sostener la especificidad de las áreas en el entrecruzamiento. Cómo hacemos para que el encuentro entre disciplinas no sea un desencuentro entre saberes?

Como señalé antes, el Saber desde un equipo interdisciplinario se enfrentará con un no-saber acerca de ese sujeto en particular y su desarrollo. A este primer elemento vamos a sumar ahora la perspectiva del modelo social. Desde este paradigma debemos preguntarnos también por el no saber-a construir acerca del intercambio de esa persona con sus entornos. Y de cuáles son los ajustes razonables para vivir una vida mejor. Esta pregunta convoca a todas las áreas del desarrollo y no corresponde más a algunos que a otros. Pero además resultaría imposible sostenerla sin la noción de interdependencia entre saberes. Cuando lo que convoca es el saber que podamos construir acerca de cómo favorecer el intercambio de esa persona con su entorno, la perspectiva desde el modelo social se hace presente y, en definitiva, la promoción de los derechos humanos de esa persona. La especificidad de las áreas en la interdisciplina estará reconocida, siempre que cada una de ellas pueda poner en juego su saber más que para la re educación, para restituir derechos. Aportando, a través de los ajustes, los apoyos que esa persona necesita para tener una vida mejor en el entorno social con el que interactua.  Qué aportes técnicos, puntuales, disciplinares y específicos, podemos poner en ese espacio común, en ese espacio inter, para tener un objeto de estudio común: el lazo social, la persona y su entorno. Esa complejidad es solamente atendible desde la interdisciplina, porque incorpora los saberes disciplinares específicos para la construcción integrada de una intervención que es fruto de ese entrecruzamiento. 

En síntesis, la interdisciplina es necesaria en nuestros servicios de atención  a personas con discapacidad porque sostiene la complejidad que supone ir más allá de los diagnósticos disciplinares. Porque se presenta como estructura, como tejido, con lazos, nudos y huecos. Así como la música suena con sus silencios, la interdisciplina interviene con los huecos entre saberes y lo hace justamente cuando pone  de relieve un no saber desde el que el paciente se puede dar a conocer como persona. Y, en la otra dimensión que vimos, la cuestión de la especificidad queda saldada cuando ubicamos como objeto de estudio la cuestión de la discapacidad jugada en el intercambio de la persona con su entorno. 

Finalmente es necesario señalar que aun cuando se logren reuniones de equipo o cuando un paciente sea asistido por profesionales que entran en intercambio con varios colegas, la interdisciplina no queda garantizada. Incluso bajo la fantasía de que pudiéramos superar los obstáculos que el sistema único  nos impone, luego queda el desafío de poder, junto con otros, pensar la clínica desde la complejidad y reconocer una ética común. Animarse a lo incompleto del saber, reconocer en cada uno de los que formamos parte de los grupos y equipos interdisciplinarios nuestra subjetividad desde la cual lo intersubjetivo aparecerá también. Y sobre todo poder renunciar a lo suficiente de la propia disciplina. Desde esa ética del saber y del poder es que invitamos a intervenir. Para acompañar desde un nuevo modelo a las niñas, los niños y todas las personas con discapacidad que se acercan a nuestros servicios.